Ayer hizo una semana que enterramos a Niño, el
gatico siamés mestizo de casa de mis
padres. Aquel de la castración traumática, de la enfermedad respiratoria
poco después de aquello, de los presumibles golpes hace un par de meses. Se nos
fue el pequeño rebelde que solo ayer ya después de apagarse su vida pude
acariciar y cargar como hubiera querido hacer muchas veces y su
temperamento de tigre minúsculo pero tigre al fin no me permitió hacer.
El nos mostraba cariño pero a su manera y cuando quería, el era quien mandaba,
un espíritu libre.
Esa noche llegando a casa del trabajo que acabé
saliendo mas tarde de lo habitual me llama mi hermana para decirme que algo le
pasaba que estaba mal, que de pronto lo había hallado mi mamá exangüe, tendido cuan largo
era con la vista fija y hecho pis, que apenas se advertía vivo en la respiración,
le pedí lo llevaran con una veterinaria
que hay en el pueblo al ser la más
cercana y primera ayuda posible que ya yo iba saliendo para allí pero no dio
tiempo a nada, se nos fue enseguida. Justo
el fin de semana anterior lo estábamos celebrando, como se había
recuperado y vuelto a ser el mismo gato de antes.
Descansa en paz Niño. Ya estás en el cielo de los
gaticos o como me diría un buen amigo, en el sitio tan especial que tienen
reservado todos los animales de este mundo, sean de la especie que sean. Te
quisimos mucho mientras nos acompañaste
y regalaste tu presencia hermosa en nuestras vidas.
Adiós Niñito querido, ni mi mamá, mi papá, los niños, F. o yo te olvidaremos.